El pasado 31 de marzo, después de un par de días de lluvias nada copiosas, nos dimos una vuelta por el río para comprobar que la obra de la desembocadura estaba anegada.
Esto no era para nada una sorpresa, puesto que el daño al ecosistema, la interrupción del tránsito natural del río hacia su desembocadura y su conexión con el mar, y la alcantarilla que se ubicó en aquel lugar no podían traer otra consecuencia. Vamos, como si el río dejase de fluir por una obra inapropiada o con el temporal de levante el mar fuese a parar.
Desde hace mucho tiempo hemos venido recalcando la importancia capital de conservar y proteger el Río de Oro, no solo por su valor natural, sino por su adecuación al marco legal hidrográfico y de los humedales. Pero, como todos los melillenses sabemos bien, el abandono del gobierno autonómico-local es absoluto. Además, para empeorarlo todo, comenzaron hace unos meses una de esas obras sin pies ni cabeza (¡poner un estanque con fuentes en un río!), reiterativas y estériles que acostumbra pertinazmente dicho gobierno a hacer en época preelectoral.
Y aquí está el resultado, con el consiguiente desvío de aguas fecales al entorno natural que es patrimonio de todos.
Frente a la posibilidad de invertir en un entorno natural que traerá beneficios laborales y medioambientales a medio plazo, se prefiere –como siempre- la muy dudosa gratificación inmediata a través de obras absurdas y dañinas.
Estamos en manos de ignorantes…