Esta mañana antes de ir a la concentración de la marea ciudadana del 23F he ido a tomar un café con mi familia y me ha ocurrido algo que os comento brevemente. Iba con mi camiseta de la escuela pública y veo que dos señoras me miran, me señalan y comentan algo. Y yo, que a veces me dejo llevar por mi imaginación y espontaneidad, pienso que no saben nada de por qué un sábado en Melilla llevo la camiseta y por ende de la concentración.
Así que me acerco y, amablemente, les comento la razón de mi indumentaria. Una de ellas me dice que también es maestra y que en su ciudad se la ponen los jueves, porque no son de aquí. Entonces me alegro de que compartamos causa, les digo que hoy nos movemos a nivel nacional, les explico dónde es la cita en nuestra ciudad y las invito por si quieren ir. A lo que la más mayor, que parecía por la edad, la madre de la otra, me dice algo así como que “¿a dónde vais con las camisetas esas, si lo que tenéis es un lujo?”. Mi cara de sorpresa no la puedo describir, pero os la podéis imaginar. A esa lindeza le han seguido otras como que “¡los que trabajáis no tendríais que quejaros porque en estos tiempos tenéis mucha suerte de trabajar!”, o “además, si vivís muy bien porque cobráis más” y otras que en el fragor de la conversación, porque naturalmente no me he quedado callada, se han perdido. Cuando he visto que estaba hablando con un bloque de cemento armado con forma de mujer, educadamente le he dicho que llegaba tarde a la concentración que para mí era muy importante y que no iba a gastar tiempo en decirle lo que seguramente ya le habían respondido muchas veces.
Pero que no lo gaste con ella, no significa que no lo invierta aquí, porque sinceramente creo que sí es necesario que lo hablemos, y que lo digamos a los cuatro vientos. Los que hoy hemos estado reunidos, concentrados, manifestándonos pacíficamente, cantando, aplaudiendo, andando… no lo hemos hecho por nosotros. Y es verdad que muchos tenemos la suerte de trabajar y cobrar, pero eso que otros llaman “suerte”, nosotros lo llamamos derecho y lo pedimos para todos. Es más, lo reivindicamos, por eso nos unimos y lo manifestamos. Y rechazamos posiciones arcaicas y carcundas que exigen la sumisión y el silencio del trabajador por el simple hecho de serlo. Sumisión a los mercados, a la banca, a los políticos de turno y a sus injusticias; silencio ante los desmanes y abusos de unos y otros. Eso es de otra época lejana que espero que no vuelva. Porque esa sumisión y ese silencio significa el desahucio colectivo, el empobrecimiento continuo, la degeneración de los ideales, la derrota y eliminación de lo público, la aceptación del deterioro del medioambiente como algo irremisible y necesario para el enriquecimiento de unos pocos. Y mientras pueda, iré (o irá uno de mi casa, que cuando no nos es posible a los dos, mi marido o yo vamos en nombre de nuestra familia).
Así que me alegro mucho de haber ido, de formar parte de ese pequeño grupo progresista de mi ciudad que es capaz de ir a una concentración a pesar de la amenaza de lluvia, de viento, de ser sábado y a las 12:30. También, por qué no, de haber hablado con las dos señoras y haber sentido ese pinchazo energético y combativo que hace asentarse en las creencias y defender los ideales contra viento y marea. Viento, ellos, los que intentan desanimarnos, ocultarnos, eliminarnos. Marea, nosotros, por supuesto. Y de todos los colores.
Podía haberlo escrito yo, con señora obtusa incluida. No sé si seré egoista por mi parte, pero ultimamente necesitpo refugiarme en quienes comparten mi lucha… defenderla constantemente me desgasta tanto que lo he dejado por imposible. Un beso, compañera.
Cierto, no merece la pena. Una puede gastarse en dialogar con personas que piensan distinto pero escuchan al diferente y por lo tanto crecemos los dos. Pero gastarlo en una persona que tiene ojos y oídos cerrados a lo que piensa el otro, y solo tiene abierta la boca para «largar» sus frases, hechas a fuego lento en el caldero del «mío, mío, mío»…¿Qué diálogo hay? Monólogo, y «pa» monos una ya no tiene tiempo. Ese tiempo lo invierto con los nuestros 😉 Un besazo muy fuerte, Dem.
No me importa que me recorten mi salario, siempre y cuando vaya a parar a alguien más necesitado, a un parado, a una pensión…, en ese caso no protestaría: Pero no es el caso, mi salario me lo recortan para pagar a los bancos, a la deuda ilegítima, a la contrucción de aeropuertos ruinosos y trenes rápidos para yupis. Por eso si protesto.
Totalmente de acuerdo contigo. Y no solo recortan los salarios de los que podemos y debemos protestar (aunque a algunos no les guste), sino de aquéllos que no saben que les están recortando. Porque todas las leyes y derechos que están modificando, los acuerdos, programas y servicios públicos que están recortando o eliminando directamente son beneficios a la larga para el sector privado, lo que perjudica a los que menos tienen y a nuestros hijos en un futuro.
Gracias por compartir tu opinión.